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dissabte, 21 de maig del 2016

Constanza Martinez Prieto

MEMÒRIA HISTÒRICA.

FITXES DE MILITANTS.

81: CONSTANZA MARTÍNEZ PRIETO





Ravensbrück, ficha nº 43224
Nació en Madrid el 16 de enero de 1917, en la calle Argumosa nº 5 del barrio de Lavapies. Falleció en Barcelona en 1996.

Mas tarde su familia se mudó al cercano callejón del Hospital. Su padre era peluquero y Constanza no lo conoció porque murió cuando tenía diecisiete meses. Su madre se puso a servir y la dejó al cuidado de la abuela. Después de seis años de viudez se volvió a casar con un hombre muy trabajador pero celoso de que la madre quisiera más a Constanza que a él. Cuando tenía trece años su madre murió de un cáncer. Durante dos años permaneció el padrastro en la casa familiar como en una pensión (le lavaban la ropa y le hacían la comida, además de la habitación a cambio de 7 duros a la semana). Al cabo de dos años el padrastro marchó y las dos mujeres quedaron en situación económica muy precaria hasta que una tía en mejor posición económica las protegió. Pago los estudios de las oposiciones a Constanza y la joven a cambio la ayudaba en las tareas domésticas. Era buena estudiante y aprendió francés, taquigrafía y mecanografía. Constanza estaba afiliada a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y trabajaba en la redacción de un periódico destinado a los combatientes.
Cuando el Gobierno aconsejo a los que no trabajaban en la retaguardia ni en el frente que abandonasen Madrid a fin de disponer de más recursos para los que combatían, abandonaron la ciudad con gran frustración por parte de Constanza.
En diciembre de 1936 fueron a Barcelona y las llevaron a Sentmenat recalando en una torre llamada “Can Baigual” que los propietarios habían abonado al huir de España. Constanza estuvo cuidando al hijo pequeño y enfermo de una familia de tres hijos a los que nunca olvidó por su buena acogida y un día de 1938 en que acompañaba a su tía a recoger una documentación para su tío José Castro Rada a las oficinas del PSUC, se encontró a un antiguo compañero de Madrid, Ramos Flores, que le propuso que trabajara como mecanógrafa en la Comisión Política Militar del Comité Central del PSUC hasta que en enero de 1939 partió a Figueres donde continuó colaborando en el Castillo de San Fernando. En el mes de febrero los bombardeos se incrementaron y partieron a Francia junto a mujeres y niños, llegando a Normandia en el Departamento de Caen los instalaron en un local que había sido utilizado para colonias infantiles. Constanza y sus compañeras consiguieron permiso para dar clases a aquellos niños y a los de otro campo cercano.
Cuando Francia entró en guerra las autoridades francesas las presionaron para que regresaran a España. Muhas y muchos españoles acabaron volvieron pero ella siempre se negó. Contactó con compañeras catalanas del PSUC con quienes compartió un piso mientras cuidaba un niño enfermo hasta que recibieron la orden de regresar al campo de concentración y al poco tiempo los trasladaron a Sées y los concentraron en un Seminario. Constanza en cuanto pudo se fue a Nantes con una amiga y empezó a trabajar para los alemanes. Allí se relacionó con la resistencia y empezó a colaborar.
Actuó de enlace desde la formación de la O.S. entre Saint Nazaire y Nantes. El trabajo de enlace es de gran responsabilidad pero de poco relieve al no ser un “hecho de armas”. Fue detenida el 27 de junio de 1942 en una redada en la que cayeron más de ciento cincuenta españoles de Paris, Sant Nazaire, Nantes, Rennes, La Rochelle y Burdeos. Ocho de estos ciento cincuenta eran mujeres de las que cinco fueron condenadas a dieciocho meses de prisión y tres se beneficiaron de un “non lieu”. En la comisaría coincidió y conoció al que después fue su marido, Joan Escuer Gomis, de Cornudella de Montsant, Tarragona, y miembro también del PSUC y de la Resisténcia.
El juicio se celebró del 3 al 11 de diciembre de 1943. Constanza y Joan Escuer se habían visto por primera vez en comisaria y los juzgaron juntos. Al llegar, Joan saludó a Maria y disimuladamente le dio un papelito a Constanza que creyó que serían noticias, cosignas o simplemente una carta para las mujeres de la cárcel. De regreso a la celda, vió que se trataba de una declaración de amor “en toda regla” según la costumbre de entonces. Al día siguiente y en pleno juicio, Constanza le dio el sí. Fueron condenados a dieciocho meses que en principio no debieran haber cumplido por haber pasado ya un año y medio en la cárcel pero no fué así y los trasladaron a un antiguo cuartel parisino llamado Les Tourelles. Hombres y mujeres estaban en el mismo edificio y se veían en el locutorio dos veces por semana. De esta forma iniciaron sus relaciones.
Cinco meses después en 1944 y sin saber el porqué de esta discriminación les pusieron en manos de los alemanes. Fueron a la prisión de Fesnes y después los hombres a Compiène y Constanza al fuerte de Romainville y de allí a Ravensbrück. Joan Escuer fue deportado a Dachau.
Días después las llevaron a Leipzig a trabajar a la fábrica de la empresa Harrag, en la producción de guerra con una vida similar a la de todas las deportadas: doce horas de trabajo diario, poquísima y pésima comida, ninguna higiene, asistencia medica inexistente, malos tratos, interminables esperas dos veces al día con el pretexto de pasar lista bajo un sol de plomo o con los pies en la nieve y al menor gesto de rebeldía o deficiencia física, la inclusión en los convoyes que se hacían periódicamente con destino a Ravensbrück de donde dependía Leipzig, la cámara de gas y el horno crematorio.
Explica como anécdota que debía la vida a un par de gafas. Estaba obligada a llevarlas desde la infancia y al día siguiente de su llegada a Leipzig una varilla se rompió. La SS dijo que ella se la haría arreglar pero lo cierto es que no las volvió a recuperar. Los primeros días lo pasó fatal pero un tiempo después se alegró profundamente pues en un Apell, el comandante del campo hizo salir a todas las mujeres que llevaban gafas y las enviaron a la cámara de gas. Parece ser que se había descubierto un sabotaje y que lo achararon a falta de visión y a todas las que llevaban gafas las dieron por inútiles.
Su trabajo consistía en controlar la rosca donde iba el fulminante en las fundas para obuses de la DVA. Un día fue un jefazo a controlar su trabajo y resultó una catástrofe. Las fundas que tenía en el carro ya casi lleno eran todas defectuosas. Vino la SS dando unos gritos espantosos y haciendo gestos de amenaza pero el alemán que llevaba mi maquina y al que llamábamos “el Mechitas” grito más que ella. Constanza no comprendía el alemán y no sabía lo que estaban diciendo pero el resultado fue que ese obrero alemán, padre de familia y que tenía tanta hambre como ella la defendió como si fuera su hija y no pasó nada. Ella se veía ya, por lo menos, el pelo rapado, 15 días de calabozo y un enorme palizón. No le pasóo nada y Constanza siempre agradeció el gesto de este alemán en sus testimonios sobre lo ocurrido.
Ante la llegada de los ingleses los nazis hicieron evacuar el campo. Era el 14 de abril de 1945, Paquita (Mercedes Núñez) que se encontraba en la enfermería, había confeccionado no se sabe de qué forma, unas banderas republicanas para las ocho españolas del campo y luciéndolas se pusieron en camino hacia Dresde, al principio bajo la vigilancia de los nazis pero poco a poco se fueron apercibiendo de que esta vigilancia había desaparecido y tras tomar las debidas precauciones por si era una estratagema para ametrallarlas a todas (aunque los nazis no necesitaban excusas), se fueron separando en pequeños grupos de la columna.
El grupo de Constanza formado por tres españolas y una francesa fue recogida por unos prisioneros de guerra (un checo, un yugoslavo y un italiano) que trabajaban en una granja y donde las tuvieron escondidas hasta que llegaron las tropas soviéticas que las concentraron en un gran campo y posteriormente las llevaron a Turgao, después, las tropas americanas las repatriaron a Francia donde fueron acogidas en el hotel Lutecia. Allí encontró a su marido que hacía ya quince días que había sido repatriado. Su alegría al verse fue inmensa pero quedo rápidamente empañada por la tristeza de enterarse a medida que iban encontrándose compañeros españoles conocidos de la muerte de muchos otros que quedaron en los Campos de la Muerte y que no tuvieron la dicha de ver su victoria que tan cara había costado.
La acogida de deportados se organizó por municipios y Constanza y Joan estuvieron en el de Saint Ouen, cerca de Paris. Estaban en unas barracas bien arregladas y muy limpias todo muy sencillo pero limpio y provisional hasta que encontraran a la familia o pudieran valerse por ellos mismos. Al cabo de unos días fueron a la prefactura a pedir su documentación y se fueron a vivir a Sés con la tía de Maria con quien estuvieron dos años. Joan trabajaba en una cantera y Constanza en una tienda de café torrefacto. En su condición de exdeportados tenían doble racionamiento. Pasado un tiempo Joan encontró trabajo en Paris y se mudaron allí donde nacieron sus dos hijos Joan en 1949 y Dèlia en 1951. Mantuvieron militancia en el PSUC y Joan fué el responsable del Partido en la región de París-Norte; ámbos organizaron inumerables campañas de denúncia del régimen de Franco y de solidaridad con los presos y exiliados españoles así como con los exdeportados.  Al cabo de diez años les dieron un piso y en él permaneció la familia hasta 1972 en que regresaron a Sentmenat, pueblo del que Constanza tenía muy buenos recuerdos.
Constanza tenía una artrosis degenerativa que fue devastando su columna como consecuencia de lo sufrido en la deportación, sufrió dos infartos y una angina de pecho pero continuó dando testimonio de los hechos acontecidos en los campos de concentración nazi. Fue Vicepresidenta del Amical de Mauthausen y falleció en Barcelona el 3 de enero de 1997.

Per saber-ne més: 




 

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